Anoche cuando dormía

Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que una fontana fluía
Dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
Agua, vienes hasta mí,
Manantial de nueva vida
De donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que una colmena tenía
Dentro de mi corazón;
Y las doradas abejas
Iban fabricando en él,
Con las amarguras viejas
Blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que un ardiente sol lucía
Dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
Calores de rojo hogar,
Y era sol porque alumbraba
Y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que era Dios lo que tenía
Dentro de mi corazón.

Antonio Machado

Amo, amas…

AMO, AMAS…

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo

el ser y con la tierra y con el cielo,

con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:

amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida

nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,

amar la inmensidad que es de amor encendida

¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

Ruben Darío

Rima XXX

RIMA XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mi labio una frase de perdón;

habló el orgullo y se enjugó su llanto,

y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella, por otro;

pero, al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?

Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?

Gustavo Adolfo Bécquer

Retrospectiva existente

Retrospectiva existente

Me registro los bolsillos desiertos

para saber dónde fueron aquellos sueños.

Invado las estancias vacías

para recoger mis palabras tan lejanamente idas.

Saqueo aparadores antiguos,

viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,

estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,

pero nadie me dice quién fui yo.

Aquellas canciones que tanto amaba

no me explican dónde fueron mis minutos,

y aunque torturo los espejos

con peinados de quince años,

con miradas podridas de cinco años

o quizá de muerto,

nadie, nadie me dice dónde estuvo mi voz

ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía

esculpida en presurosos desayunos,

en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,

mientras los otoños sedimentaban

de pálidas sangres

las bodegas del Ebro.

¿En qué escondidos armarios

guardan los subterráneos ángeles

nuestros restos de nieve nocturna atormentada?

¿Por qué vertientes terribles se despeñan

los corazones de los viejos relojes parados?

¿Dónde encontraremos todo aquello

que éramos en las tardes de los sábados,

cuando el violento secreto de la Vida

era tan sólo

una dulce campana enamorada?

Pues yo registro los bolsillos desiertos

y no encuentro ni un solo minuto mío,

ni una sola mirada en los espejos

que me diga quién fui yo.

Miguel Labordeta

La voz a ti debida (versos 1237 a 1265)

LA VOZ A TI DEBIDA

Versos 1237 a 1265

Lo que eres

me distrae de lo que dices.

Lanzas palabras veloces,

empavesadas de risas,

invitándome

a ir adonde ellas me lleven.

No te atiendo, no las sigo:

estoy mirando

los labios donde nacieron.

Miras de pronto a lo lejos.

Clavas la mirada allí,

no sé en qué, y se te dispara

a buscarlo ya tu alma

afilada, de saeta.

Yo no miro adonde miras:

yo te estoy viendo mirar.

Y cuando deseas algo

no pienso en lo que tú quieres,

ni lo envidio: es lo de menos.

Lo quieres hoy, lo deseas;

mañana lo olvidarás

por una querencia nueva.

No. Te espero más allá

de los fines y los términos.

En lo que no ha de pasar

me quedo, en el puro acto

de tu deseo, queriéndote.

Y no quiero ya otra cosa

más que verte a ti querer.

Pedro Salinas

Razón de amar (versos 343 a 370)

RAZÓN DE AMOR

Versos 343 a 370

¿Fue como beso o llanto?

¿Nos hallamos

con las manos, buscándonos

a tientas, con los gritos,

clamando; con las bocas

que el vacío besaban?

¿Fue un choque de materia

y materia, combate

de pecho contra pecho,

que a fuerza de contactos

se convirtió en victoria

gozosa de los dos,

en prodigioso pacto

de tu ser con mi ser

enteros?

¿O tan sencillo fue,

tan sin esfuerzo, como

una luz que se encuentra

con otra luz, y queda

iluminado el mundo,

sin que nada se toque?

Ninguno lo sabemos.

Ni el dónde. Aquí, en las manos,

como las cicatrices,

allí, dentro del alma,

como un alma del alma,

pervive el prodigioso

saber que nos hallamos,

y que su dónde está

para siempre cerrado.

Ha sido tan hermoso

que no sufre memoria,

como sufren las fechas,

los nombres o las líneas.

Nada en ese milagro

podría ser recuerdo:

porque el recuerdo es

la pena de sí mismo,

el dolor del tamaño,

del tiempo, y todo fue

eternidad: relámpago.

Si quieres recordarlo

no sirve el recordar.

Sólo vale vivir

de cara hacia ese dónde,

queriéndolo, buscándolo.

Pedro Salinas

La voz a ti debida (versos 2389 a 2409)

La voz a ti debida

Versos 2389 a 2409

¡Qué cuerpos leves, sutiles,

hay, sin color,

tan vagos como las sombras,

que no se pueden besar

si no es poniendo los labios

en el aire, contra algo

que pasa y que se parece!

¡Y qué sombras tan morenas

hay, tan duras

que su oscuro mármol frío

jamás se nos rendirá

de pasión entre los brazos!

¡Y qué trajín, ir, venir,

con el amor en volandas,

de los cuerpos a las sombras,

de lo imposible a los labios,

sin parar, sin saber nunca

si es alma de carne o sombra

de cuerpo lo que besamos,

si es algo! ¡Temblando

de dar cariño a la nada!

Pedro Salina

Girl From The North Country (La chica del país del Norte)

Girl From The North Country (La chica del país del Norte)

Si viajas a la feria del país del norte,

donde los vientos soplan fuerte en la frontera,

dale recuerdos a una chica de allí,

Ella Fue Mi Verdadero Amor.

Mira a ver si sus cabellos son tan largos,

si dan vueltas y caen sobre su pecho,

por favor mira si sus cabellos son tan largos,

de este modo es como mejor la recuerdo.

Si vas cuando las tormentas de nieve,

cuando el río se hiela y el verano acaba,

por favor mira si lleva un buen abrigo

que la proteja de los vientos aulladores.

Me pregunto si me recordará alguna vez

muchas veces he rogado por ella

en la oscuridad de mis noches

y en la claridad de mis días

Así que si viajas a la feria del país del norte,

donde los vientos soplan fuerte en la frontera,

dale recuerdos a una chica de allí,

Ella Fue Mi Verdadero Amor.

Bob Dylan

Pequeñas cosas

Uno se cree

que las mató

el tiempo y la ausencia.

Pero su tren

vendió boleto

de ida y vuelta.

Son aquellas pequeñas cosas,

que nos dejó un tiempo de rosas

en un rincón,

en un papel

o en un cajón.

Como un ladrón

te acechan detrás de la puerta.

Te tienen tan

a su merced

como hojas muertas

que el viento arrastra allá o aquí,

que te sonríen tristes y

nos hacen que

lloremos cuando

nadie nos ve.

Joan Manuel Serrat

El poeta a su amada

El poeta a su amada

Amada, en esta noche tú te has crucificado

sobre los dos maderos curvados de mi beso;

y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado

y que hay un viernesanto más dulce que ese beso

En esta noche rara que tanto me has mirado

la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso

En esta noche de septiembre se ha oficiado

mi segunda caída y el más humano beso

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;

se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;

y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos

ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura

los dos dormiremos, como dos hermanitos.

César Vallejo (1893-1938)

Nunca terminaré de amarte

Nunca terminaré de amarte

Y de lo que me alegro,

es de que esta labor tan empezada,

este trajín humano de quererte,

no lo voy a acabar en esta vida;

nunca terminaré de amarte.

Guardo para el final las dos puntadas,,

te-quiero, he de coser cuando me muera,

e iré donde me lleven tan tranquila,

me sentaré a la sombra con tus manos,

y seguiré bordándote lo mismo.

El asombro de Dios seré, su orgullo,

de verme tan constante en mi trabajo.

Gloria Fuertes

Un relámpago apenas

Un relámpago apenas

Besas como si fueses a comerme.

Besas besos de mar, a dentelladas.

Las manos en mis sienes y abismadas

nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,

me declaro vendido, sin vencerme

es ver en ti mis manos maniatadas.

Besas besos de Dios. A bocanadas

bebes mi vida. Sorbes, sin dolerme,

tiras de mi raíz, subes mi muerte

a flor de labio, Y luego, mimadora,

la brizas y las rozas con tu beso.

Oh Dios, oh Dios, si para verte

bastará un beso, un beso que se llora

después, porque ¡oh, por qué! no basta eso.

Blas de Otero (1916-1979)